Testigo de 1.000 historias…
Sobre la Plaza de París, y a tiro de piedra del precioso Tiergarten, en el emplazamiento de una de las entradas a Berlín cuando ésta estaba amurallada, encontramos hoy a la Puerta de Brandenburgo, una de las «locaciones-postal» más reconocibles de la capital alemana.
Como sucede con todos los iconos urbanos que se han transformado en anclas turísticos, como la torre del Big Ben en Londres, la estatua de la Libertad en Nueva York o la Torre Eiffel en París, encontrarte ante algo que viste tantísimas veces en fotografías y vídeos, es una experiencia singular.
A veces ese monumento te parece más pequeño o más grande, más o menos interesante, está a la altura de tus expectativas, las supera o te decepciona, pero lo que casi nunca pasa con estos iconos es que te dejen indiferente.
Con la Puerta de Brandenburgo fue exactamente lo que nos pasó: cero indiferencia, y en nuestro caso, percibimos todo el conjunto como un espacio más amplio que el que imaginábamos.
Esta puerta es muy alta: sus 26 metros se imponen en su entorno, y sus 5 pasos son muy particulares. De frente ves columnas dóricas, pero al acercarte descubres que las mismas están unidas por un muro con la columna que está directamente detrás, enfatizando la función de “paso” de los mismos.
Tanto la Plaza de París como la puerta en sí, poseen pavimentos planos hechos de granito y formados de baldosas rectangulares.
En las inmediaciones también encontrarás adoquines, pero éstos pueden ser evitados perfectamente: las vías principales siempre son de baldosas planas, de manera que pasar por allí con sillas de ruedas, cochecitos de bebé, bastón o equilibrio precario no implicará ningún problema.
Este monumento ha sido testigo de múltiples eventos a lo largo de su historia.
Desde su inauguración en el verano de 1791,
por allí han pasado el ejército de Napoleón, manifestaciones nazis con antorchas en 1933 cuando asumiera Hitler como canciller, y las bombas de la Segunda Guerra Mundial (que la dejaron muy deteriorada).
Se han escuchado históricos discursos de John F. Kennedy y Ronald Reagan, y se han visto manifestaciones multitudinarias, como las que hubieron en tiempos de la caída del muro, o como las que hay todos los años nuevos, que convocan alrededor de 1 millón de personas.
En tiempos de la división en dos de Alemania, la Puerta de Brandenburgo (que quedó del lado oriental, y que lució la bandera soviética desde 1945 a 1957), estuvo en una especie de limbo que la mantenía aislada: sólo era visitada por mandatarios en ocaciones especiales, y la gente de a pie recién pudo reencontrarse con ella en 1989.
Durante los años del muro, éste fue particularmente infranqueable allí; la barrera era anti-tanques y su grosor llegaba a los 3 metros.
Mención especial merece la Cuadriga, que es la famosa estatua de cobre que está emplazada sobre la puerta (sin esta estatua, la puerta ya no es tan reconocible).
Originalmente, la mujer alada que se encuentra sobre el carro romano tirado por 4 caballos, representaba a la Paz, yendo hacia la ciudad de Berlín.
Cuando el ejército napoleónico pasó por allí, se llevó la escultura como souvenir y ésta fue restituida años más tarde, a la caída de Napoleón.
La violencia de la Segunda Guerra Mundial la dejó prácticamente destruida; de hecho la que vemos ahora es una estatua realizada por segunda vez con los moldes originales.
Cuando la Cuadriga fue restituida, se le añadió un águila y una cruz de hierro, transformando el significado de la figura femenina, dejando ésta de ser la Paz para comenzar a representar la Victoria.