Cada día menos «nicho»…
Entre los días 6 y 8 de junio, se celebró en la ciudad de Buenos Aires la Cumbre Global de Discapacidad 2019.
Tuve no sólo la oportunidad de asistir a esta con Clody, sino la suerte de encontrar a un querido amigo entre sus ponentes.
Las 3 jornadas distribuyeron una programación muy interesante y equilibrada, convocando tanto a variedad de organismos estatales, como privados y del tercer sector de múltiples países.
Como asistente pude rescatar -entre muchas otras cosas-, esencialmente las siguientes grandes ideas:
a. El estado del debate en torno de la llamada discapacidad
b. Diferentes proyectos en curso
c. Visiones desde distintas perspectivas y roles de esto que llamamos discapacidad
Ya lo hemos mencionado en otras oportunidades, tanto en publicaciones en esta web como en nuestro flujo social, pero algo que me produjo entusiasmo fue comprobar cómo se está globalizando el debate sobre discapacidad.
No sólo porque comienza a aparecer donde no existía y empieza a cobrar más volumen donde era de nicho, sino porque se está imponiendo una idea de “antes y ahora” que creo que es muy positiva.
Me refiero a aquella estructura que comenzara con los estudios sobre discapacidad (los disability studies de mediados de la década de 1980 en el Reino Unido y Estados Unidos), y que contraponían la teoría de la tragedia personal con la teoría social de la discapacidad, vinculándolas con el pasado y con el presente respectivamente.
La teoría de la tragedia personal, básicamente es la que señala que la discapacidad es un problema de la persona con esa condición.
Sigue la larga tradición de la culpabilización de la víctima, expresada en pensamientos como el del déficit intelectual
como explicación del bajo rendimiento académico (es el alumno quien no entiende, no el sistema el que es inadecuado), como las teorías de la enfermedad para explicar los comportamientos criminales (el criminal posee una patología que lo vuelve tal y no el sistema quien le cierra otras oportunidades), o como la idea de la debilidad del carácter para pensar la pobreza y el desempleo (el pobre no es lo suficientemente capaz de salir de la pobreza, con independencia de su contexto).
Frente a esta discriminación, a esta escisión social de la persona, tenemos la noción de la discapacidad como opresión social, la visión de la discapacidad no como problema individual, sino como algo de naturaleza social.
Sintéticamente, esta postura reconoce los orígenes sociales de la discapacidad, se opone a las desventajas sociales, financieras, ambientales y psicológicas que se le imponen a la persona con discapacidad, sostiene que estos elementos son culturales y no naturales y se opone a la producción social de discapacidad.
La teoría social de la discapacidad enmarca el presente del debate, y fue algo muy positivo comprobar su globalización en esta Cumbre.
Entre los diferentes proyectos que tuvimos la oportunidad de conocer, me gustaría destacar el de Vidas Reales, presentado por Julián Gallo (el amigo que mencionaba al comienzo) en su breve exposición -nos quedamos con ganas de mucho más-, llamada “Cambiar el mundo usando redes sociales”.
Se trata de una publicación oficial de la Secretaría de la Presidencia de la Nación Argentina, y de la Agencia Nacional de Discapacidad, que comparte historias provenientes de los cuatro puntos cardinales, y referidas a una gran diversidad de temáticas relacionadas con la discapacidad.
En todas ellas el foco está en lo que se puede, en lo que sí, en el valor que hallamos y la vida que desarrollamos más allá de una condición.
Este proyecto se me reveló en toda su importancia al percibirlo como un gran antídoto contra el capacitismo; esa postura cultural por defecto que todos tenemos (pertenezcamos o no al colectivo de la discapacidad, si es que existiera tal cosa), que nos hace pensar -aún antes de pensar- que “lo normal” es poder subir escaleras,
hablar, caminar, oír, ver o no necesitar de la lectura fácil.
Vidas Reales, al igual que las vidas reales, pone en ridículo al capacitismo (volveremos más adelante a hablar de este proyecto).
Por último, me llevé visiones de quienes construyen los medios, de quienes compartieron perspectivas de género, de quienes se desarrollan en asociaciones, de quienes sirven desde los estados, de quienes trabajan en sectores privados, y tal vez lo más importante -por lo esencial, cierto e intenso de su aporte-: de quienes experimentan en su piel esa opresión de la que hablaba antes.
Fue un gusto inesperado cruzarnos y poder hablar con muchas personas, que en los días siguientes a la Cumbre, seguían dando vueltas por la ciudad de Buenos Aires, a quienes pudimos preguntarles impresiones del evento y opiniones de la capital argentina.
Pero esto, os lo contaremos más en detalle en las coberturas que estamos preparando de esta inmensa y muy diversa ciudad.
Que la próxima Cumbre, nos encuentre y deje aún más arriba…